Como en el título del cuento de Osvaldo Soriano, ocurrió algo en la realidad cuando el 5 de abril de 2003 se enfrentaron en Ensenada Defensores de Cambaceres y Atlanta en un partido válido por la B metropolitana. El encuentro iba sin goles y con ese resultado el equipo de Villa Crespo bajaba a la Primera C pero, faltando 9 minutos para el final, el árbitro Alejandro Toia sancionó penal para los bohemios. Esto generó enojo en los jugadores de Cambaceres y sus hinchas, que se treparon al alambrado olímpico rompiéndolo y obligando al juez a suspender el encuentro.
Luego de la suspensión el tribunal de disciplina de la AFA decidió que se disputaran los 9 minutos que quedaban en otro estadio y sin público.
24 días después, el 29 de abril de ese año y en la cancha de Argentino de Quilmes se reanudó el partido con la ejecución de un penal, el mismo que había sancionado al momento de la suspensión del cotejo. Lucas Ferreiro lo convirtió y Atlanta con este tanto ganó el partido, lo que le permitió zafar de descender a la C.
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