“Para el fútbol es lo mismo ser homosexual que tener problemas psiquiátricos. Ambas cosas son un tabú, y no debería. Es un espacio donde el machismo y esa virilidad mal entendida pueden llevar a la depresión al diferente. Todo aquel que no encaja en el modelo de futbolista profesional es apartado. A mí me dicen que soy débil y gay por estar deprimido” – decía Ivan Ergic
Sobre Karl Marx expresaba «Sí, claro. Hace ya 150 años que Marx mostró las contradicciones del capitalismo y los males que el dinero provoca en el mundo. En esto el fútbol no es una excepción, y me niego a ser un futbolista conformista. Marx escribió que el capitalismo destruiría la naturaleza humana y daría paso a la alienación absoluta. En esto tenía razón», razona Ergic.
Ivan Ergic nació en 1981 en Sibenik, Croacia, lugar mundialmente famoso por ser la patria chica del jugador de baloncesto Drazen Petrovic. Su padre, Mitch, «un marxista no dogmático», según lo define el propio Ergic, le mostró el camino para ser un joven que se preocupaba por el mundo y se hacía preguntas. De niño, la Guerra de los Balcanes y un país destrozado les llevó a emigrar a Australia.
Allí comenzaría su carrera futbolística profesional. Medio centro con un potente disparo a puerta, su juego no pasó desapercibido para los mejores clubes del mundo y en 2000 la Juventus lo firmaba para cederlo al Basilea suizo. Allí, Ergic se labró un prestigio de jugador importante y no pasa mucho tiempo hasta que el club helvético desembolsaba algo más de 1,3 millones de euros por quedárselo en propiedad. Su carrera ascendía hasta que en 2004 comenzó a sentirse mal. Creían que tenía una mononucleosis. Pero no: lo que padecía era una profunda depresión.
Ingresó en la Clínica Universitaria de Basilea en junio de ese año y allí permaneció cuatro meses. La reacción del mundo del fútbol fue apartarlo. Y la de Ergic, denunciar cómo el balompié profesional mata al diferente. «Para el fútbol es lo mismo ser homosexual que tener problemas psiquiátricos. Ambas cosas son un tabú, y no debería. Es un espacio donde el machismo y esa virilidad mal entendida pueden llevar a la depresión al diferente. Todo aquel que no encaja en el modelo de futbolista profesional es apartado. A mí me dicen que soy débil y gay por estar deprimido», declaró.
El Basilea mantuvo al futbolista en la plantilla e incluso lo hizo capitán, una distinción a la que renunció voluntariamente en 2006. Jugó ocho temporadas en el club azul y rojo, con el que ganó cuatro Ligas y cuatro Copas, y llegó a disputar la Liga de Campeones. También participó en el Mundial de 2006 con Serbia, país que le ofreció un puesto y con el que jugó once veces hasta que pidió no volver a ser convocado porque le espantaba el ultranacionalismo que rodeaba al equipo. En 2009, el nuevo técnico del Basilea, Torsten Fink, decidió prescindir de él. Lo fichó el Bursaspor Kulübü, un modesto equipo con el que sorprendentemente se proclamó campeón de la Liga turca. Al año siguiente jugó la Champions (fue arrasado en la primera fase, incluyendo un 0-4 y un 6-1 del Valencia) y al finalizar la campaña 2010-2011, con sólo 30 años, Ivan Ergic abandonaba el fútbol.
Siempre había sido un hombre de izquierdas que frecuentaba poco los ambientes futbolísticos y se sentía más cerca de sus amigos periodistas, escritores y del entorno universitario. Pero a raíz de su ingreso, su visión del mundo cambió. Decidió prescindir de su agente y tuvo claro que la presión del fútbol profesional había sido la causante de su depresión. Se lo tomó todo de otra manera.
Desde diciembre de 2008 mantiene una columna en el periódico serbio Politika, el más antiguo y prestigioso de los Balcanes. El jugador es un estudioso de la Escuela de Frankfurt, la corriente de pensamiento seguidora de las teorías de Marx, Friedrich Georg Engels y Hegel, que elaboró la teoría crítica de la sociedad contemporánea. Ergic cita de carrerilla textos de Theodor Adorno, Herbert Marcuse y Erich Fromm y comparte su visión marxista de la sociedad. En sus textos, impropios de un jugador de fútbol, combate la desideologización de la posmodernidad y busca dinamitar los cimientos filosóficos de un mundo tan competitivo y capitalista como el fútbol.
“Cada vez importa menos lo que ocurre en el terreno de juego: se habla de sus vidas privadas, se fomenta su imagen, su estética. Una rueda de prensa es tan importante como un partido. Siguiendo una lógica hollywoodiense, separan a los jugadores de la realidad, mostrándolos en vallas publicitarias, televisiones, revistas o videojuegos. Al final, no hay diferencia entre un futbolista y un personaje de Disney. El jugador es un producto y el aficionado es un consumidor. La profesionalización los ha separado completamente” – Ivan Ergic
Por ejemplo, en uno de sus textos denuncia lo que, a su juicio, es la falsedad del sueño del futbolista, que para él ha sustituido al sueño americano: «El fútbol, como otros deportes altamente profesionalizados, sirve para entretener y para mostrar a las clases más pobres que tienen las mismas oportunidades que el resto de ser ricos y famosos. Es la manera más pérfida de ser explotados, no sólo con un propósito ideológico, sino como propaganda de un cuento de hadas donde se puede huirde la miseria. Así, la industria del fútbol se beneficia de aquellos que no pueden tener lo más básico. Ese cuento de hadas sirve para engañar a niños que viven en la pobreza y que nunca podrán acceder a la educación que necesitan para ser médicos, abogados o banqueros. Y no se quejarán por ello».
Ergic fue, sin duda alguna, un jugador distinto. Y no por su calidad, que la tenía, sino por su especial capacidad para observar y criticar el mundo del siglo XXI y dentro del, ese fabuloso negocio llamado fútbol.
Fuente: revista Un caño.
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