En la final del primer campeonato mundial de 1930, que se llevó a cabo en Uruguay, -en el cual triunfó el local al derrotar a Argentina por 4 a 2, convirtiéndose en el primer campeón de estos certámenes-ocurrió un hecho muy particular respecto del balón que habría de usarse en el partido.
La cuestión que se planteó fue que ambos equipos estaban acostumbrados a usar su propia pelota, lo que originó que finalmente se jugara un tiempo con la pelota que aportara cada selección. La primera etapa se jugó con el balón argentino, que poseía 12 paneles. Al finalizar, el conjunto albiceleste se fue al descanso ganando 2 a 1.
En el segundo tiempo se usó la pelota del local, y con esta el equipo uruguayo dio vuelta el partido por 4 a 2 conquistando la copa del mundo.
Esta decisión habría sido tomada porque ambos seleccionados no se ponían de acuerdo con el tema de las características del balón, por lo que el árbitro belga Jean Langenus habría sido el que dirimió la cuestión adoptando el criterio antes descripto.
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