En pleno desarrollo del Mundial de Rusia 2018, el portal Play Ground publicó un interesantísmo artículo que abordaba un costado no explorado de aquella fabulosa selección roja.
El artículo se titulaba “Lumumba, fascistas y diablos Rojos: el rompecabezas político de Bélgica” (*). El contenido del texto hacía una delicada arqueología del pasado colonial de los belgas y de las marcas que ese período oscuro de su historia exponía a nivel de su selección de fútbol.
“Bélgica aguanta la respiración ante su cita histórica de hoy. Convertida en un símbolo de integración y odiada por la extrema derecha, exploramos la moderna identidad social que están construyendo unos Diablos Rojos para recordar”. Así comenzaba el suelto periodístico que hemos decidido evocar.
IGNACIO PATO
10 JULIO 2018 11:03
“Hace solo unas semanas, se inauguraba en el barrio africano de Bruselas, Matongé, una plaza dedicada a Patrice Lumumba. El revolucionario acabaría siendo asesinado por orden de la CIA solo un año después de convertirse en el primer Primer Ministro del Congo liberado de la metrópoli belga. El país aun no ha hecho las paces con su pasado colonialista”. Lumumba fue uno de los líderes más reconocidos por su lucha en favor de los derechos y la emancipación de su pueblo. Un lector apasionado de Franz Fanon y, sobre todo, un patriota.
El artículo seguía describiendo: “También allí se está festejando el exitoso camino de Bélgica en Rusia'18. En la selección juega Romelu Lukaku, pero también Michy Batshuayi, Youri Tielemans, Dedryck Boyata y Vincent Kompany, todos de ascendencia congoleña. Recordemos las palabras de Lukaku: "Cuando las cosas iban bien, leía artículos en los periódicos que me llamaban 'Romelu Lukaku, delantero belga'. Cuando no iban bien: 'Romelu Lukaku, delantero belga de origen congoleño'".
"El equipo es un reflejo de la realidad social belga, y el hecho de que sea la generación más talentosa seguro tiene un efecto en que la sociedad empezará a pensar diferente sobre la diversidad o la inmigración", asegura el profesor universitario de tv y cultura popular belga Jan Teurlings. "Pero tampoco hay que hacerse ilusiones -advierte-: cuando el éxito termina, ese mismo entusiasmo desaparece también".
Para Teurlings, "la sociedad belga seguirá siendo una sociedad racista, aun con símbolos positivos de diversidad". ¿Es la Bélgica de 2018 un remedo idealista de la Francia negra-blanca-magrebí del 98?
"Ya está pasando", responde el belga. "Políticos ecologistas y socialistas lo han usado como ejemplo positivo. Periodistas de De Morgen, periódico de izquierda-liberal, también. No diría que se hace esto de manera idealista, es más un oportunismo fácil, porque ni los socialistas ni los ecologistas han podido hacer mucho contra la ola de racismo de las ultimas décadas, empezando con el Vlaams Belang en los noventa. En realidad, esos partidos de izquierda han adoptado mucho del discurso de la extrema derecha, y adoptar ahora el equipo nacional les deja en evidencia. Es un simbolismo fácil para esconder su fracaso político".
¿Qué pasa con la extrema derecha y los Diablos Rojos?
"Vlaams Belang y la casi-extrema-derecha como el N-VA (Nueva Alianza Flamenca, el partido más votado del país) odian a este equipo por tres razones. Primero, porque hay mucha bandera belga en la calle. Dos, por su racismo y la composición étnica del equipo. Y tres por el cosmopolitismo de esta selección, que rompe con la lógica identitaria-lingüística, que es el fondo de su proyecto político", apunta Teurlings.
De hecho, el presidente de N-VA, Bart de Wever, ha colgado estos días en su casa una bandera flamenca como respuesta a las belgas que hay en las calles del país. "Además no es la bandera flamenca oficial, sino la de los más radicales del nacionalismo flamenco", indica el periodista. "La razón que dio fue que iba de viaje a Singapur, y que para estar seguro de que había bandera en el dia 11 de julio -Día de la Comunidad Belga-, la dejó puesta". Vale decir que esa fabulosa selección era rechazada por la extrema derecha de su país. El texto no terminaba allí:
“Otro ejemplo que ilustra "la crispación del nacionalismo flamenco hacia este equipo" es la reflexión de Philip Roose, escritor y una de las voces reconocidas dentro de ese ámbito político.
La traducción es "Islandia tiene 11 jugadores blancos. No hay que ser multicultural para tener éxito. Es posible, pero no necesario. No es mejor, ni peor, solo diferente”.
Una de las mayores novedades de esta Bélgica con 11 jugadores de 23 con doble nacionalidad es que, como indica Teurlings, "no se comenta apenas en la prensa belga pero para esta generación de jugadores no hay barrera lingüística, muchos hablan neerlandés, francés o inglés dependiendo de la situación. Rompen con la lógica identitaria del país de 'o eres flamenco, o eres valón'. Por eso también a los nacionalistas flamencos les molesta tanto este equipo".
En Molenbeek, el barrio multicultural que saltó a la fama tras ser detenido en él Salah Abdeslam o ser el lugar de procedencia de Oussama Zariouh, que pretendió atentar en la Estación Central de Bruselas, en la comuna más estigmatizada de Europa occidental, hay banderas y la gente festeja el camino belga en el Mundial bajo helicópteros.
El delantero Batshuayi -recordemos, de origen congoleño- bromeó tras la clasificación in extremis contra Japón para cuartos. "¿Quién dijo que Marruecos estaba eliminada? Hoy Bélgica se clasificó gracias a dos kholotos, mundibus", dijo aunando el argot de la periferia urbana con un término del idioma lingala congoleño. Se refería a sus compañeros, de origen marroquí, Marouane Fellaini y Nacer Chadli.
El paisaje social de la afición cambia arrastrado por la composición del equipo. "Antes, los aficionados del equipo nacional eran solo belgas “de souche” -de pura cepa, un término frecuentemente asociado a la puridad por elementos xenófobos-, y ahora el publico es mucho mas variado", dice Teurlings.
La sensación generalizada, apunta Teurlings, es que la semifinal de hoy contra Francia será más difícil que la hipotética final. "Sí hay una sensación de que podemos ganar… y es un sentimiento muy extraño para un país que suele ser mediocre en el fútbol". Si han ganado a Brasil, agrega, "todo es posible”.
El acendrado racismo de la sociedad belga quedaba al descubierto en un análisis crudo que ponía una vez más en claro la indisoluble ligazón entre el fútbol y la política.
(*)https://www.playgroundmag.net/sports/lumumba-fascistas-y-diablos-rojos-el-rompecabezas-politico-de-belgica-2018_30147661.html