EL MARACANAZO

                                                                          

El 16 de julio de 1950, en el Estadio Maracaná, se jugó el partido decisivo de la Copa Mundial de ese año disputada en Brasil. Ese día se enfrentaron el local y Uruguay y el partido se convirtió en una de las finales más recordadas en la historia de los mundiales. 

Ante un estadio repleto, Brasil en su tierra buscaba su primer título en la competencia y se enfrentaba ante un Uruguay, que en esos tiempos era el equipo que más títulos había ganado. En efecto,los charruas ya habían obtenido dos medallas de oro olímpicas, ocho sudamericanos y la primera edición del campeonato mundial.

En la previa ya todo el mundo anticipaba que Brasil sería el campeón, ya que con el empate se consagraba automáticamente. Estaba todo preparado para el festejo y hasta el presidente de la FIFA , Jules Rimet, tenía listo su discurso.

Antes del arranque del partido los uruguayos sabían que los brasileños eran los favoritos, por eso el capitán del conjunto celeste Obdulio Varela dijo la famosa frase: “Los de afuera son de palo” para animar a sus compañeros.

El primer tiempo tuvo un gran comienzo para el seleccionado brasileño, que llegó varias veces al arco de Roque Gastón Máspoli,pero este se encargó de detener cada uno de los disparos para mantener el marcador en cero yéndose al descanso ambos equipos sin goles.

A los dos minutos de iniciada la segunda etapa los locales se pusieron en ventaja cuando Friaça puso el 1 a 0. Uno de los jueces de línea había levantado el banderín pero el árbitro inglés George Reader ignoró el pedido de su colaborador convalidando el gol.

Ante eso llegaron las protestas de los uruguayos quienes no obstante eso siguieron intentando llegar el empate. Lo lograron gracias a el accionar de Juan Schiaffino, que anticipó a dos defensores de Brasil y puso la igualdad para el conjunto rioplatense. Luego Alcides Ghiggia, a los 61 minutos, puso el marcador 2 a 1, resultado que terminó definiendo el partido y le dio al equipo uruguayo su segundo mundial en la historia. El público brasileño presente en el estadio enmudeció y el estado de shock en tierras cariocas fue total por muchos años, al punto que habría habido casos de suicidio.